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De Apóstoles y Apóstatas.

Vivimos en una era de apostasía. Gustavo Díaz Sosa parte de esta convicción para expresar todo su universo. Aunque el término apóstata se emplea para quien reniega una fe religiosa, Gustavo lo adjudica a la actitud liberal y solitaria con la que el ser humano contemporáneo rechaza los dogmas y estigmas establecidos en la sociedad a lo largo de su historia. En la obra de este aún joven artista se retrata de un modo poético a una sociedad sedienta de la libertad. La Humanidad parece estar conformada según antojo de los más poderosos, y ahora corren tiempos en los que debemos cortar los hilos de las marionetas en la que nos hemos convertido.

 

Gustavo Díaz Sosa nos describe en su obra a una sociedad perdida, anónima, global, rendida y desesperada ante lo que se presume como democracia. Sus personajes continúan huyendo hacia ninguna parte buscando puertas o salidas de muros monumentales que los acorralan ante la burocracia y las normas establecidas. Como borregos, andan en manadas intentando salvarse cada cuál consigo mismo. Por eso crea estas composiciones donde el hombre es minimizado ante las grandes leyes y leyendas injertadas en las raíces del ser humano. La religión, los mitos, la política… son todas herramientas para recordar al hombre lo frágil que es ante el Poder.

 

Díaz Sosa nos incita a la reflexión utilizando ambientes de cierto carácter cinematográfico que nos recuerda a K. ante el inmenso e inalcanzable Castillo o ante la desolada desesperación de un Proceso interminable y sin sentido. A su vez nos inspira recordar a Dostoievski en su novela Crimen y Castigo, donde Raskólnikov se ve inmerso en los paradójicos conceptos del bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo deseado y lo mal deseado. Gustavo Díaz Sosa, graduado de La Academia de Bellas Artes San Alejandro, Cuba, puede considerarse además de pintor, un gran pensador que lejos de ser Apóstol nos inspira a la Apostasía.

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