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EL JUEZ, EL JURADO, EL CASI MUERTO Y SU ASESINO

Dr. Martin Hellmold, historiador del arte. (2017)

 

    En las obras de Gustavo Díaz Sosa, nos enfrentamos de entrada con una mezcla de fascinación e irritación; posiblemente también con sorpresa y desconcierto. Sus últimas obras son lienzos de gran formato con contenido figurativo, que, si bien parecen fáciles de describir, presentan a nivel de contenido una máxima complejidad.

    Un rasgo característico en la creatividad del joven artista cubano es el principio del dualismo, que se repite a varios niveles en su obra. Así podemos hablar de dualismo a nivel de realización técnica: por un lado, tenemos una pintura objetual que coloca el carácter material-háptico del cuadro en el primer plano y, por otro, un dibujo rico en detalles y finamente articulado, que nos transmite contenido de un modo narrativo. Como cuadros, las obras de Díaz Sosa aparecen con fuerte materialidad y potencia; el trabajo del artista ha dejado huellas, que apelan físicamente al observador, desplegando su efecto forjado en la pintura informal y  des-objetuada desde mayor distancia. La contemplación, en cambio, de los dibujos que afloran de esos campos matéricos requiere de una mirada cercana, y de una percepción intelectual, que se contrapone a la gestualidad corpórea de la pintura.

    De un modo parecido, los temas de su obra también se encuentran bajo el signo de un dualismo. Al monumental cuando no amenazante dominio de alejados paisajes y perspectivas arquitectónicas, se contrapone la diminuta representación de las múltiples figurillas, atrapadas en un mundo de procesos burocráticos, entre barreras, colas interminables y escritorios… o buscando escapatorias (escaleras, senderos, huecos entre las murallas…) al laberinto circundante.

    También se podría considerar como dualista el nivel de las referencias conceptuales que el artista describe. Por un lado, hay una multiplicidad de referencias históricas, culturales, artísticas y literarias, que, dicho sea de pasada, revelan la alta calidad de la formación en pintura clásica recibida por Gustavo Díaz Sosa en la Academia de Bellas Artes de La Habana. Historias bíblicas como la Torre de Babel, el Éxodo israelita o el sueño de Jacob de una escalera que sube hasta el cielo son evocados con la misma maestría que obras claves de la literatura moderna como ‘El proceso’ de Kafka, ‘1984’ de George Orwell, o ‘Crimen y castigo’ de Dostoyevski. Las alusiones a la historia del arte abarcan desde las ilustraciones de Botticelli para la ‘Divina Comedia’ de Dante, pasando por los espacios ficticios de las ‘Carceri’ de Piranesi, la ‘Torre de Babel’ de Brueghel, hasta artistas románticos como Caspar David Friedrich o William Turner, cuyos paisajes casi despoblados, oscilantes entre la amenaza y lo sublime, son traídos a la memoria por las escenas apocalípticas de Díaz Sosa. Sus obras, sin embargo, no se limitan a la cita histórica; sino que, al contrario, en la antípoda dualista, su objetivo conceptual es decididamente contemporánea. En una declaración reciente del artista puede leerse lo siguiente:

“Es una obra de carácter narrativo que denuncia o destaca la diferencia de clases y la manipulación del Poder. Intento describir a una sociedad perdida, anónima, global, rendida y desesperada ante lo que se presume como democracia a nivel global. Mis personajes continúan huyendo hacia ninguna parte buscando puertas o salidas de muros monumentales que los acorralan ante la burocracia y las normas establecidas. […] En estos caso empleo la arquitectura como herramienta o símbolo de poder. La arquitectura siempre ha servido para proteger al hombre, pero también para dominarlo. […]. La religión, los mitos, la política siempre se han apoyado en inmensos templos para ratificar al hombre lo frágil que es ante el Poder. Me propongo incitar a la reflexión […].“

    Si Gustavo Díaz Sosa cita Kafka, Caspar David Friedrich o la construcción bíblica de la torre de Babel, no lo hace por motivos históricos, ni para ilustrar temas tradicionales de la historia del arte, sino porque nos quiere incitar a utilizar la contundencia de dichas obras para acercarnos a la comprensión de nuestra situación actual global. Su experiencia personal como ciudadano de un aparato de estado burocrático socialista y, como inmigrante a un país de la Unión Europea, han agudizado su mirada sobre el hecho de que el mundo ha perdido su equilibrio. El proceso artístico dualista de Gustavo Díaz Sosa nos promete, como contempladores, la posibilidad de cooperar en el re-equilibrio de este desajuste.

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